Crónicas de Mercado: Jinicuil o guama

Por: Isis Samaniego

Cada verano me gustaba ir al solar de mi abuela a recoger los frutos del cafetal, mi abuela me amarraba un chiquihuite con mecate a la cintura para irlo llenando de café cereza. Había una sombra impresionante que daban árboles y arbustos; de entre estos había varios gigantes o será que cuando eres niño todos los árboles de más de dos metros son eso: Gigantes. Aquel lugar era un edén solo para nosotros, niños del país de las nubes y la lluvia. Casi siempre la tierra estaba húmeda y llena de broza, la algaba tenía un verde intenso y entre este verdor sobresalían varios árboles que contenían bichos y gusanos que nos causaban temor: los famosos borreguillos, a quién no, en su infancia al andar encaramado a un árbol le llegó a picar uno de estos bichos que causaban dolor en todo el brazo y de pronto hasta cierta fiebre… ¡ah, eran de miedo! Pero bueno estábamos en los árboles, esos hermanos a los que les debemos tanto y les pagamos con la indiferencia.

Uno de estos grandes árboles era el Jinicuil (Inga Edulis), planta de la familia perennifolia o caducifolia, puede llegar a medir de entre 12 a 15 metros aunque pueden llegar a medir más. Tiene hojas lanceoladas o elípticas de 6 a 11 cm, lustrosas y puntiagudas de color muy verde, sus flores son blancas en cabezuelas como pequeños racimos, estos árboles florean entre marzo y junio y para este mes ya tiene vainas.  Este árbol es un acompañante fiel de los cafetales, su clima preferido es el trópico húmedo o templado húmedo y lo podemos encontrar de Guerrero hasta Chiapas en México y su distribución también nos lleva hasta Colombia y Ecuador.

       Fuente: Naturalista

La palabra Jinicuil viene del náhuatl Xoneculli, de Xo que significa pie y Neculli que es torcido, o sea Pie torcido y que se debe a la forma de la vaina que semejan la palma de los pies. Checando algunos relatos de la historia, en su Historia general de las indias,  Fray Bernardino de Sahagún nos habla ya de algo llamado Xonecuilli que eran una especie de pan (gorditas o tortillas) hechas en forma de S a semejanza de los rayos de las tormentas y lo ofrendaban al dios Macuilxochitl, el día de la fiesta de las flores.

El Jinicuil es un árbol que se debe proteger porque presta un servicio muy importante al medio ambiente como restaurador y barrera de vientos para los cultivos de café y naranja, conserva el suelo y evita la erosión donde se encuentra, ya que sus raíces fijan nitrógeno y acolchan la tierra con su cobertura de hojarasca. Nos cobija con su sombra, y aparte de ser ornamental y útil para leñar, nos da un rico fruto llamado vaina, jinicuil, talaskat o chalahuite en México, aunque en América del sur se le conoce como guama.

Generalmente la vaina es de color verde y puede llegar a medir de 30 a 60 cm, dentro de ella se encuentran las semillas recubiertas por un algodoncillo de color blanco comestible y de sabor dulce y suave. En algunos lugares de la zona centro de Veracruz las semillas se cuecen en agua con sal para comerlas como botana o se hacen puré y se rellenan tacos y enchiladas, también se tuestan y muelen para elaborar mole en la región totonaca o se comen con chile y limón. Habrán de saber que este es un fruto de temporada, lo podemos encontrar en los mercados entre julio y septiembre o sea en temporada de lluvias, que por cierto ya están a la vuelta de la esquina.

Isis Samaniego (Rio Blanco, Veracruz, sept/77). Estudió la maestría en Ciencias Sociales en la Universidad Autónoma de Tlaxcala, y Artes y Administración en la Universidad Veracruzana. Es miembro fundador de Ediciones Ají y miembro del colectivo Adictos a la Poesía de Xalapa, Veracruz. Ha publicado cuento y poesía en diversos medios. Su último libro, Jacaranda, fue editado por el Instituto Tecnológico Autónomo de México. Colabora con la Comunidad Slow Food  Guardianes de Sabores en Cholula.