Crónicas de Mercado: El Marañón

Por: Isis Samaniego

Esta semana hojeando un viejo diccionario; (sabrán que tengo la manía de comprar libros antiguos, sobre todo diccionarios) me gusta revisarlos y ver cuántas palabras hay en su interior, algunas prácticamente en desuso y, como buen niño (he de confesar que no he dejado al niño de lado, siempre me acompaña) me gusta ver las estampas, los dibujitos, las láminas anatómicas de animales, etc. Me encontré con una fruta que yo conocí en mi adolescencia pero que por angas o por mangas jamás volví a ver o mejor dicho a probar. En esa época vivía en la Isla del Carmen, en Campeche y en la casa había una cocinera carmelita (así se les denomina a la gente oriunda de la isla), que era bastante alegre y dicharachera. Siempre que platicaba terminaba por contarnos algo de los pueblos a donde iba de paseo. Doña Lucy era abuela, por las tardes después del trabajo le gustaba tejer y sentarse en su silla afuera de su casa para socarronamente platicar con quien pasara, pues el calor en la isla en primavera y verano es sofocante.

Al mediodía en la casa se dedicaba a preparar la comida, había días en que se comían mariscos, otros pescado o como al señor de la casa se le antojara (era mi tío abuelo), pero siempre había agua de alguna fruta de temporada en la mesa. Sabrán que por ello recordé este fruto, pues entre mayo y junio llegaban los vendedores de Palizada, Champotón y pueblos de Tabasco a vender los pocos productos que sembraban en sus pequeños huertos o que tenían a la mano en solar y ahí fue la primera vez que lo vi y lo probé en agua: el Marañón o Anacardo. En algunos lugares es conocido como la fruta de la memoria, pues su semilla está cargada de antioxidantes, vitaminas, magnesio, fósforo, zinc, proteínas, grasas, aparte de tiamina (B1), riboflavina (B2), niacina (B3), carbohidratos y azúcares.

Volviendo a doña Lucy, en algún momento de todas las historias que contaba, ella nos decía que entre las trabajadoras sexuales se usaba este fruto para hacer una pócima y ocuparlo para hacerse lavados vaginales contra enfermedades venéreas, pues si se le pone a macerar el resultado es un agua muy astringente.

Cuenta la historia que este árbol fue llevado por los portugueses a la india en el siglo XVI, ya que su fuente económica era el negocio de las especias y así llevaron productos de América a Europa, de África a Europa y de Europa a Asia; en particular a las regiones conquistadas por ellos como la parte sudoeste de India. Los portugueses fueron navegantes excepcionales, entre sus navegantes más conocidos están Vasco da Gama, Pedro Álvares Cabral, Francisco de Almeida, Alfonso Albuquerque etc; todo esto nos lleva al intercambio de semillas entre países y pueblos que hubo durante la conquista de América, África y partes de Asia, y que derivó en el comercio a través de tratados y rutas comerciales. ¿Que porqué les meto esta pequeña semblanza histórica? Pues porque a la nuez de este fruto que es oriundo del norte de Brasil y las Antillas se le conoce hoy día como Nuez de la India. ¡Eh! ¿Cómo les quedó el ojo? Seguro que igual que yo, no lo sabían… Aquí es donde me doy cuenta que leer nos sirve para investigar, recrear y soñar; ya que tener un poco de cultura general nos hace menos ignorantes y al tener conocimientos sobre las cosas podemos llevar una vida más completa y saludable con nuestro entorno para no entorpecer la reproducción de animales y plantas.

El Marañón (Anacardium occidentale) es un fruto parecido a un pequeño corazón con una parte al aire que es la semilla y tiene la forma de un riñón. Todo el fruto es aprovechable, en el suroeste mexicano hacen vinos, jaleas, mermeladas y hasta jugo; aunque hay gente que lo come al natural para hacer dieta pues contiene mucha fibra que brinda energía y acelera el metabolismo para el adecuado proceso digestivo. En el sureste la cocción de sus corteza y hojas es usada para el tratamiento de cólicos estomacales, inflamación, neuralgias e insomnio. Es un árbol pequeño de entre 4 a 6 metros y en otros países se le conoce como acajú, cajú o merey. Es muy común en Costa Rica donde su producción es de traspatio. En la región del Soconusco en Chiapas se tiene conocimiento de este fruto en narraciones indígenas desde el año 1500; se dice que es un fruto criollo de esta región aunque es grave que no se conozca y menos se consuma en nuestra tierra. En México los primeros productores de esta fruta son Campeche y Chiapas, donde el trabajo de las mujeres es muy importante ya que ellas son las encargadas de su recolección y su proceso. En el año 2005 el paso del huracán por la zona chiapaneca demostró que el árbol de marañón es un gran protector del medio ambiente y uno de los principales generadores de oxigeno de manera natural. Varios científicos de la comunidad europea notaron que este árbol permanecía intacto en la arena y sin agua, y seguía floreando y dando frutos; así que evita el arrastre de los suelos. El árbol es tan resistente que se adapta muy bien en regiones secas y arenosas de los litorales. El resultado de sus investigaciones demostró que contiene 5 veces más vitamina C que cualquier otro cítrico, así como muchas otras propiedades medicinales que hoy sirven de base en el sector farmacéutico[1].

Es increíble que en México desconozcamos parte de nuestra flora y fauna; y que los usos naturales e industriales se tengan que hacer en el extranjero por la falta de conocimiento e infraestructura en nuestro país. La siembra de estos árboles es una fuente de trabajo para nuestras comunidades indígenas y campesinas, siempre y cuando empecemos por conocer y probar frutos que no estamos habituados pero que son parte de nuestros saberes culinarios; consumirlos hará que nuestra gastronomía siga siendo Patrimonio Cultural de la Humanidad, y se incremente por el bien de nuestros comensales y productores mexicanos.

Fotografías: Portada – Fundat, Fotografía 1 Sunashi Elizabeth, Fotografía 2 Alex Popovkin, Fotografía 3 Isis Samaniego.

Isis Samaniego (Rio Blanco, Veracruz, sept/77). Estudió la maestría en Ciencias Sociales en la Universidad Autónoma de Tlaxcala, y Artes y Administración en la Universidad Veracruzana. Es miembro fundador de Ediciones Ají y miembro del colectivo Adictos a la Poesía de Xalapa, Veracruz. Ha publicado cuento y poesía en diversos medios. Su último libro, Jacaranda, fue editado por el Instituto Tecnológico Autónomo de México. Colabora con la Comunidad Slow Food  Guardianes de Sabores en Cholula.