Crónicas de la tierra: Policultivos

Por: Isis Samaniego

Policultivos en la tierra como pájaros en cielo.

Cuando tenía seis años mi abuela materna contaba que en su pueblo se sembraba maíz, pero que en cuanto llegaron los camiones llegó también gente de otros lugares al pueblo, entre ellos algunos extranjeros que les prometieron aperos más modernos y mejores ganancias sembrando nopal para exportar a Japón. Muchos en el campo abandonaron el cultivo de maíz para lanzarse a sembrar caña, nopal y papaya. Pasó el tiempo, la abuela se casó y se fue de ahí. Un día regresó a visitar a sus hermanos y el pueblo ya no era el mismo, decía que la tierra se había empobrecido, todo era sombrío y árido. Ahora había tiendas donde se compraba la leche de caja, leche que antes los güeros del pueblo producían. Los güeros vendieron sus tierras y migraron a la ciudad. Nos contaba esto para hacernos saber que no solo el dinero era importante y que no siempre salir de tu pueblo es lo mejor.

Empezaré por nombrar al capital como una pieza fundamental en el deterioro de muchas prácticas comunales. Milenios antes de esta ideología blanca y heterosexual que nos domina, los pueblos se regían por el trueque e intercambio de bienes y tal vez, aunque no creamos, cada pueblo tenía autosuficiencia alimentaria para su gente. En Mesoamérica, varios grupos habían domesticado especies de semillas y animales que fueron muy importantes para su consolidación como imperios. En la parte central de México-Tenochtitlan se domesticó el maíz y, junto con él otras plantas que crecían a la par logrando un sistema de policultivo que daba alimento en gran medida a nuestros antepasados indígenas. A esto se le denominó milpa. Vayamos a la palabra milpa: este es un vocablo nahua, que deriva de la palabra Milli que significa parcela sembrada y de Pan que se traduce como encima, por lo que la palabra significa encima de la parcela sembrada; que podríamos tomarlo como: las otras plantas que crecen encima de la parcela sembrada.

¿Pero qué es el sistema milpa y cómo funciona? El sistema milpa es un agroecosistema mesoamericano cuyos principales componentes productivos son el maíz, el frijol y la calabaza, (en algunos lugares se les denomina las tres hermanas) que es la milpa tradicional mexicana. En varias regiones lo complementan con chile y tomate. Aparte de ser un espacio físico, es el reflejo de conocimientos milenarios y prácticas agrícolas necesarias para obtener de la tierra y del trabajo de la familia (hombre, mujer, niñas y niños) productos necesarios para satisfacer lo cotidiano en la familia campesina e indígena. Hacer milpa no sólo es la siembra de un territorio, sino la preservación de saberes colectivos para la sobrevivencia biológica de las especies en ella sembradas. Así mismo funciona para la integridad social de los pueblos (identidad).

El maestro Ernesto Cardenal nos da un ejemplo dentro de uno de sus textos, del libro Gethsemani, Ky; cito: Ha llegado al cementerio trapense la primavera/ al cementerio verde de hierba recién rozada/ con sus cruces de hierro en hileras como una siembra…/Ahora vosotros sois fósforo, nitrógeno y potasa/ y con la lluvia de anoche, que desentierra raíces y abre retoños, alimentáis las plantas/ como comíais las plantas que antes fueron hombres y antes plantas y antes fósforo, nitrógeno y potasa…

Nos recuerda que la tierra y nosotros somos parte del mismo universo, por eso mi apelación a nuestras hermanas y nuestros hermanos como mujeres y hombres de maíz que somos: Policultivos en la tierra como pájaros en cielo. Quienes somos oriundos de México, a pesar del mestizaje, no deberíamos olvidar que abrevamos de una raza milenaria, donde el maíz es más que identidad folclórica.

El maíz (Zea mays) y sus parientes silvestres se clasifican dentro del género Zea, perteneciente a la familia de las gramíneas. Es un cultivo que requiere de altas cantidades de nitrógeno y demás nutrientes. El maíz es de inflorescencia monoica con inflorescencia masculina y femenina separadas dentro de la misma planta. Su compañero de viaje es el frijol que es una leguminosa en cuyas raíces se desarrolla la bacteria llamada Rhizobium, que ayuda a la fijación de nitrógeno, mientras que la calabaza es de la familia de las cucurbitáceas. La calabaza ayuda con su sombra y crecimiento rápido, evitando el crecimiento excesivo de las hierbas o arvenses. Todas estas plantas le aportan a nuestro organismo almidones, proteínas, grasas, azúcares y minerales. El frijol aporta nada más y nada menos que 19% de proteínas, 4% de fibra y 3% de grasas. Las calabazas también tienen un aporte significativo para el organismo; por lo tanto el aporte de nutrientes es diverso con estos tres cultivos y la combinación de ellos en la comida mexicana ha aportado una gama enorme de platillos ricos en nutrientes y sabores.

En nuestro país hace rato que la siembra tradicional ha sido mermada por el monocultivo, donde una sola especie de vegetales es sembrada en detrimento de otras. A través de los años nos hemos dado cuenta que este sistema es una práctica poco amigable con el planeta. El monocultivo es un aliado para optimizar recursos. Sin embargo, el uso de pesticidas y otras técnicas de siembra resultan en alimentos que, está comprobado, tienen exceso de químicos tóxicos. Además la sobreexplotación de la tierra, que es sometida a exigencias nutricionales del mismo cultivo por largo tiempo, hace que el terreno se debilite y se erosione más fácil, afectando el ecosistema natural donde se encuentran microorganismos e insectos de diferentes especies. ¿Que por qué hablo del capitalismo? Pues porque una característica de este es la optimización de recursos, tanto humanos como vegetales y animales.

Estamos en una situación de catástrofe y el sistema capitalista nos sorprende con la alianza que hace con la tecnología, como su aliado más versátil en el manejo mercadológico: más consumo (easy) para las masas. Ahora frente a sus máquinas hay avisos de ofertas en línea, comida de autor, productos orgánicos, enseres de plásticos Pet, mascotas de compañía, cursos de Coaching, hasta hágalo usted mismo. Sí, es una guerra para la que nadie estaba preparado. Hay veces que lamento que el futuro nos haya alcanzado de esta forma. Siempre desde niño te dicen que el futuro está allá afuera, y se nos hace tan lejano que no tuvimos tiempo de prepararnos y poder hacerle frente. Ahora vemos cómo una pandemia nos desnuda, ahora nuestra ceguera ha cedido ante la evidente fragilidad de la vida, ahora es cuando hacemos todas las preguntas que desde niños quisimos hacer; sin embargo ahora es cuando debemos voltear a ver cómo han sobrevivido nuestros pueblos indígenas, que han resistido a más de quinientos años de explotación y despojo.

Muchos de nuestros pueblos han resguardado su memoria en saberes colectivos, y así como el sistema milpa sigue vigente en más de 60 pueblos indígenas tanto en el norte como en el sur, en las ciudades grandes y pequeñas también hay colectivos que daremos la lucha a este capitalismo que viene; un capitalismo revestido de ciencia y buen ondeo: El capitalismo digital[1]. Aquel que se pone al día utilizando las nuevas tecnologías aprovechando la pandemia del Covid-19. Retomando la historia, este es un proceso similar al del capitalismo histórico entre los siglos XVI y XVIII, donde la proto-industrialización y los descubrimientos científicos aceleraron el proceso de acumulación de capital trayendo consigo la revolución industrial, el capitalismo colonial, la esclavitud, el imperialismo y la consolidación de dependencias económicas y tecnológicas de los países menos desarrollados.

Sin embargo, siempre ha habido proyectos emancipadores anticapitalistas que se han opuesto y han trastocado sus planes. En varios países como México hay luchas de resistencia y en todo el mundo hay movimientos populares que, aunque sean unos grandes y otros pequeños, tendrán consecuencias en el sentir de la gente que tenga conciencia de comer bueno, limpio y a precio justo. He aquí la importancia de las tres hermanas y el manejo sustentable de la milpa.

La tierra es un ente vivo, y a nosotros nos toca no solo ver a la producción de alimentos como una posibilidad de ganancia o como una forma de enriquecernos; no, en estos tiempos de pandemia tenemos que retornar al uso de los aperos indígenas para encontrar un equilibrio entre la alimentación, la siembra y la vida en colectivo.

Fotografías: Slow Food, Proyecto “Empowering Indigenous Youth and their Communities to Defend and Promote their Food Heritage, cod. 2000001632”, financiado por el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola FIDA, aparecen personas del Baluarte del Maguey de la Mixteca Oaxaqueña.

[1] La Post-pandemia y el capitalismo que viene. Marcos Roitman Rosenmann.: Opinión, Periódico La Jornada; Domingo 14 de junio/20.

Isis Samaniego (Rio Blanco, Veracruz, sept/77). Estudió la maestría en Ciencias Sociales en la Universidad Autónoma de Tlaxcala, y Artes y Administración en la Universidad Veracruzana. Es miembro fundador de Ediciones Ají y miembro del colectivo Adictos a la Poesía de Xalapa, Veracruz. Ha publicado cuento y poesía en diversos medios. Su último libro, Jacaranda, fue editado por el Instituto Tecnológico Autónomo de México. Colabora con la Comunidad Slow Food  Guardianes de Sabores en Cholula.